BAQ2018 |
CATEGORÍA DISEÑO ARQUITECTÓNICO |
MÉXICO |
Autor: Javier Sánchez. Colaboradora: Aisha Ballesteros. |
La narrativa espacial y la propuesta museográfica de este proyecto incitan a un recorrido de posibilidades múltiples irrumpiendo cualquier configuración convencional de lectura cronológica sobre el cuerpo de obra del artista mexicano Juan Soriano, apelando a la historia de su propia gestación tan impredecible como plena de libertad creativa. Y es que la obra de Soriano, como recuerda María Zambrano, es como la vida misma que necesita revelarse, expresarse.
El acceso a esta narrativa se ofrece mediante cuatro entradas distribuidas en distintos puntos del predio de 7,366 metros cuadrados rodeado de árboles y la corriente de agua de un aplantle. Al suroeste se encuentra una plaza cuyo frente se abre a la ciudad, espacio hospitalario para la confluencia urbana que recibe a sus visitantes con una escalinata que desemboca en el edificio. Desde el este se puede acceder a los talleres, con un esquema de patio central que ofrece la posibilidad de generar un programa con gran carga y sentido social vinculado al centro de barrio de Amatitlán. Desde el oeste, una pequeña escalinata ofrece un camino alternativo al de la calle Dr. Guillermo Gándara y, finalmente, desde el norte una esquina se abre hacia la riqueza arbórea del sitio.
Al primer nivel, que aloja la galería principal se accede por el vestíbulo del edificio. Esta planta de exposiciones se envuelve por un juego de volúmenes sólidos que alternan distintas aberturas hacia el jardín y la ciudad. El espacio de exposición vive del flujo natural de aire con el que el museo dialoga permanentemente. Este contenedor de concreto blanco marca un umbral en la relación entre interior y el exterior mediante un juego de aberturas y cierres. La configuración de la sala, permite de manera libre ofrecer un refugio para las piezas de Juan Soriano y para aquellas obras invitadas en exposiciones temporales que habrán de enriquecer la lectura de la obra y pensamiento de Soriano.
La relación con el jardín se reserva al Norte y al Este para enmarcar algunas de las esculturas monumentales que habitan en el jardín. Si bien este espacio de exhibición contempla todos los requerimientos necesarios para albergar casi cualquier exposición, el propio museo podrá activarse en el resto de sus niveles para extender su programa de exhibiciones, el jardín de esculturas y la inserción de obra de Soriano en plazas y espacios públicos de la ciudad.
El recorrido continúa al salir del edificio y caminar por el jardín de esculturas monumentales. Uno de los elementos compositivos es el grupo de cuerpos de agua. Sobre uno de ellos, la escultura “Toro” de Soriano reposa como aquel cuerpo imponente que el artista contempló al pie de una carretera y que hoy protege la segunda sala de exposiciones que hay debajo del nivel del jardín.