BAQ2018 |
CATEGORÍA DISEÑO ARQUITECTÓNICO |
MÉXICO |
Autor: Plutarco Javier Barreiro Güemes. |
Espacio de contemplación en casas del acantilado, Acapulco – Guerrero. Entre las rocas del acantilado, al sur del puerto de Acapulco, justo donde se une la bocana con mar abierto frente a la isla de la Roqueta. Ahí donde se encuentra el agua, la tierra, el viento y el infinito, a través de un camino entre grava y rocas, aparece este espacio de meditación y encuentro.
El concepto: descubrir el acantilado y el mar a través de un piso de cristal flotado para encontrar los diálogos que existen entre el agua, la tierra, el viento y el fuego, y entre estos mi yo, mi espíritu dialogando conmigo y con mi historia. La llamada consiste en un muro alto que dimensiona el acceso y anuncia con una silueta de paloma, la paz de espíritu a conquistar en este espacio.
Al llegar se descubre una caja de concreto aparente en penumbra, delimitada por muros y losas, jugando como contrapeso de una estructura ligera, ágil, de acero y cristal “volando sobre el acantilado”. Una placa metálica con la siguiente inscripción, da la bienvenida y anuncia el acontecimiento.
El viento ágil
El alma canta
El espíritu impulsa sobre las olas el infinito
Y aquí estas tú,
Cubriéndolo todo,
Penetrando la historia,
De todos juntos caminando.
Al frente con una robusta puerta de placa metálica girando sobre su propio eje, una piedra de ónix de colores sintetiza el mensaje a descubrir.
Al abrir la puerta, como un acontecimiento, descubres a tus pies sobre el piso transparente, el acantilado, que se precipita hacia el mar y el vacío. Entonces descubres el contraste dinámico entre el mar embravecido y la orilla del acantilado y poco a poco al penetrar el espacio sobre el piso de vidrio, al levantar la vista, se presenta el infinito que provoca el horizonte; descubrir el equilibrio donde se unen el mar y el cielo.
Como protección a este espacio y para provocar la intimidad, unas celosías de aluminio perforado nos van permitiendo descubrir la inmensidad del espacio que nos rodea, lleno de tierra, de mar y de cielo.
Ese contraste entre lo estático del acantilado, y lo dinámico del agua, produce un equilibro cuya resultante es encontrar paz, elemento primero para estar con uno mismo penetrado de naturaleza, de luz, de viento, de creación infinita.
Un solo elemento contrasta con esta vista: un vaso de cristal rojo con una vela encendida, suspendida en el espacio que nos recuerda la espiritualidad del fuego para completar los cuatro elementos fundamentales del universo.
En este espacio por su orientación al oeste, todos los días se contempla la puesta de sol con sus luces multicolores que pintan de naranjas y rojos el firmamento, y surge entonces la oración y el agradecimiento por una cotidianidad plural y diferente, tan diversa como la propia vida de dinámicas constantes, dialogando con ese mar que a lo lejos solo brilla hasta perderse en la nada y fundirse en el universo.