PREMIO PANAMERICANO | EQUIPAMIENTO
Autor/es:
Arq. Jorge Marsino P. – Arq. María Inés Buzzoni G.
Colaboradores:
Arq. Francisco González C. – Arq. Matías Marcos F. – Arq. Gabriel Morera – Ing. Claudio Hinojosa T. – Fotógrafo: Nico Saieh
Transformación, es la acción de cambiar el aspecto o la forma de una cosa o persona.
En nuestra práctica, la planificación y ejecución de acciones para cambiar el aspecto o forma de una “cosa” existente, no concluyen en la modificación del objeto en sí mismo, no terminan ahí. La naturaleza proyectiva y sistémica de nuestras acciones sobre el objeto existente lo traspasan, lo superan, transformando finalmente al entorno de la “cosa” y a la “persona” que la habitaba.
Así, la cosa proyectada y las acciones que planificamos para darle forma no son el fin último de nuestra labor arquitectónica, como se enseña y valora, más bien son el medio para transformar a las personas y su entorno. Valoramos una práctica de servicio que pone énfasis en el sujeto sobre el objeto de la arquitectura.
Influido por las demandas sociales para una educación pública y de calidad (2014), el encargo del concurso de anteproyectos era diseñar la renovación total de una escuela integral (6.500m2), ubicada en el centro de una población urbana con altos índices de vulnerabilidad socioeconómica y que esta transformación fuera capaz de revertir el deterioro institucional que se reflejaba cada año en las estadísticas ministeriales a través del incremento de la deserción escolar, de las matrículas disponibles y la caída del rendimiento académico.
Distintas instancias de diálogo con los miembros de la comunidad escolar revelaron que el CEEB, más que una infraestructura educacional, también debía ser un Centro Comunitario con una identidad cultural y capital social que era necesario conservar y potenciar, lo que nos llevó a rediseñar un proyecto que facilite su construcción y funcionamiento simultáneos, fueron 3 etapas sucesivas durante 2 años.
Imaginado por sus usuarios como un refugio de protección contra la violencia urbana, doméstica, etaria y de género, debía ser físicamente seguro del exterior, pero permeable visualmente. Debía transformarse en una referencia urbana, un símbolo público de la educación, salud, alimentación, deporte, socialización y civismo de la población. De integración a su entorno urbano al aportar atrios en sus esquinas, de continuidad espacial y funcional en relación al campo deportivo comunal colindante para facilitar el intercambio de actividades complementarias. De seguridad y confianza al interior, sin puntos ciegos que impidan el control visual de los pares. De recorridos que permitan ver y ser vistos sin riesgo cuando la diferencia de edades entre alumnos lo ameriten. De colores y materiales que sean parte de su entorno urbano. Que al final, no demolamos todo para hacer el nuevo colegio y dejemos algún pabellón antiguo de lo que fue el primer colegio.
Y así se hizo, dejamos de lado el anteproyecto adjudicado y volvimos a empezar, diseñando desde la comunidad un nuevo proyecto que hoy empieza a cubrir sus matrículas vacantes y a mejorar el rendimiento escolar como resultado de una intervención sistémica que abordó tres aspectos básicos: el proyecto educacional, la gestión docente y la infraestructura.