BAQ 2012 |
CATEGORÍA DISEÑO ARQUITECTÓNICO |
ECUADOR |
AL BORDE |
Acá la gente vive sin luz eléctrica, sin alcantarillado ni agua potable. No usan dinero, no tienen empleo ni profesión. No miden el tiempo, no usan reloj, no usan metros ni reglas. No hay propiedad privada, no hay institución. Acá la vida es simple: si tienes sueño duermes, si estas aburrido juegas. Saben cómo se pueden alimentar, curar y proteger. Desconocen los límites, las buenas costumbres y los zapatos. No necesitan dioses, leyes o másteres. Las necesidades que tienen las satisfacen de manera casi obvia: el mar y la tierra son su supermercado y con los árboles del bosque construyen sus casas.
Esta comunidad busca progresar. Pero para ellos el progreso se logra a partir del enriquecimiento personal. Un enriquecimiento que no tiene que ver con el dinero sino con el ocio, la técnica, el juego y la posibilidad de compartir. Decidimos ser parte del proyecto, entendiendo que la manera de resolver los problemas es directa, sin intermediarios. No se trata de trabajar: para hacer dinero: para contratar a alguien: que compre algo: que satisfaga mi hambre. Se trata de entender la vida, y resolver mis necesidades con los recursos que tengo: mi mente y mi cuerpo.
Con materiales de dimensiones siempre variables, con la misma herramienta con la que pescan o cultivan tierra, con mano de obra hábil y fuerte que no entiende la exactitud como centímetro, con el apoyo de voluntarios citadinos con centímetros en la cabeza pero no en las manos, y en un terreno concreto de límites difusos: estaba claro que el proyecto prescindiría de levantamientos topográficos, no necesitaba Autocad ni Neufert.
El dinero solo es un recurso más, igual que los recursos humanos o naturales. Un sistema simple de mínima complejidad, capaz de adaptarse a las impredecibles variables que guarda el terreno, la mano de obra y el material; permite que el diseño y las decisiones se discutan en obra.
En la construcción cada persona encuentra una tarea preferida y casi involuntariamente se vuelve bueno. Inicia un proceso de perfeccionamiento de la técnica que provoca especialistas en actividades particulares y optimiza procesos. Por último la transferencia de conocimiento a otra persona es lo que termina por enriquecer el equipo. Las posibilidades del sistema permiten detener el crecimiento del edificio cuando el equipo lo considere necesario.
La jornada de construcción es una semana. La meta es cimentar en colectivo un proceso lógico de construcción y entender los alcances del sistema. Conseguido esto se puede dar por terminado el trabajo cualquier momento. Dejamos que sea el tiempo el que decida hasta donde avanzaremos.
El lugar se habita pronto. Es necesario empezar con las actividades para definir, de manera clara, si alguna de ellas no tiene un lugar en lo construido o si alguna de ellas requiere adecuaciones. Los límites habitables son difusos: el almacenaje está suspendido, un niño se escurre en una esquina y la transforma, el interior y el exterior no están definidos.
Nos despedimos y al volver encontramos apropiaciones del espacio por parte de la comunidad: una nueva etapa construida, pisos de madera y nuevas paredes. Las piezas de cerámica que la gente encontraba en los alrededores, cuelgan de repisas adaptadas a las paredes inclinadas, a manera de museo que recuerda las culturas pasadas.
En la escuela nueva esperanza, la nave espacial, los niños aprenden a volar apoyándose en el colectivo, vuelan hacia el conocimiento abstracto: hacia otros mundos. Ahora es tiempo de que vuelen solos y hacia actividades concretas y tangibles. La nave los ha transportado hasta un punto donde ahora lo que necesitan son plataformas de despegue individual. Plataformas que les permitan despegar a cada uno hacia música, carpintería o los aviones (a Juan, un niño de la escuela, le apasionan los aviones, los ha estudiado mucho, actualmente arma modelos en balsa). Al despegar ellos se convertirán en naves que transporten su conocimiento y riqueza individual hacia su comunidad inmediata y al mundo.