BAQ 2014 |
CATEGORÍA DISEÑO ARQUITECTÓNICO |
COSTA RICA |
BRUNO STAGNO |
Diseñar un edificio que está estrechamente relacionado, no solo con la vivencia de las personas, sino con su fe y sus dogmas significó retos particulares para el diseño. Además de los retos de accesibilidad universal en este tipo de entorno, el despertar sentimientos espirituales y crear una atmósfera de recogimiento y meditación con la arquitectura, fue un gran desafío.
Un monasterio para Hermanas de clausura no es un programa habitual. Fue importante conocer y luego entender lo que significa la vida en un monasterio y sentir de cerca la disciplina y el rigor con que ésta transcurre. No cabe duda que las Hermanas dan muestras de una entrega espiritual que conmueve y que resulta inspiradora. Se percibe alegría y satisfacción dentro de la austeridad de la rutina del claustro, tan alejada del ruido de la sociedad contemporánea.
Para entregarse a la devoción, por la oración, el silencio permite escuchar mejor los sentimientos más profundos del amor de Dios.
Los requerimientos funcionales eran básicos y el presupuesto muy escueto. Las Hermanas se conformaban con lo más elemental por lo que fue necesario poner énfasis en lo que es esencial a la arquitectura y no en los acabados ni en la atracción de los materiales de moda, me refiero al espacio y su potencial para transmitir emociones.
El lote era un buen inicio. Tranquilidad, vistas hermosas y amplias, con el espectáculo de luces y celajes del cielo tropical, como un regalo diario de la Naturaleza. Los pabellones de los dormitorios y del comedor de la comunidad son funcionales y cumplen a satisfacción con lo solicitado. El acceso es acogedor, como debe ser una casa de Dios y el corredor, para las 5 procesiones diarias, disfruta del paisaje sobrecogedor de las montañas y de la imagen de Cristo en el calvario. En la capilla, lugar de recogimiento y de plegaria, el espacio se luce con esplendor y, aunque es muy austera, su espacio conmueve y sorprende, cuando se colorea con la luz.
El padre Charles Honore, venido de Francia para la Consagración del Monasterio, ofició misa varios días y comentó: “debo confesar que sin ser un apasionado de la arquitectura moderna, he sentido, al rezar en la capilla, un gozo y una satisfacción especial. El rezo es un acto que sale de las entrañas y aquí esto se ha facilitado porque el espacio de la capilla me conmovió”.
Es seguro, palabras más palabras menos, que el padre Honore estaba refiriéndose a lo más sublime de la arquitectura, que es exaltar los sentidos y conmover. La misión superior de la arquitectura se había cumplido.