BAQ 2016 |
CATEGORÍA DISEÑO ARQUITECTÓNICO |
PERÚ |
RODOLFO CORTEGANA MORGAN, PATRICIA LLOSA BUENO |
El proyecto se inserta en un territorio de ocupación prehispánica, el Santuario de Pachacamac, un territorio configurado a partir de estratificaciones de edificaciones que se superponen a lo largo de más de 1500 años y que han ido articulándose a través de capas de memoria. El territorio prehispánico deviene así en paisaje simbólico, en un lugar de peregrinaje definido por el culto al Oráculo Pachacamac considerado el más importante de la costa peruana y del Qhapaq Ñan.
Pachacamac es un lugar en donde la arquitectura nos conmueve por su silencio y escala, sus recorridos son largos espacios confinados por estructuras murarias que nos confrontan permanentemente al lugar de culto. Su relación con el entorno se define a partir de extensos trazos que van organizando la ocupación a través del tiempo. Los arquitectos prehispánicos entendieron que la arquitectura era una mediación entre el hombre y el culto a sus dioses, con una profunda tradición se permitieron operar sus proyectos a partir de la inserción de estrategias puntuales de adaptación al territorio. Es así que la tradición constructiva iba definiendo su arquitectura y agregando sus innovaciones.
El Museo se posa desde una levedad que recoge los elementos de la arquitectura prehispánica. El muro define su trazo y sus recorridos siempre están en tensión con el Santuario. Las miradas recorren las rampas y se permiten construir una realidad museable en el territorio.
Es así que la arquitectura contemporánea habla de la arquitectura prehispánica, toma sus elementos y construye una gramática alterna con la que se permite habitar el paisaje simbólico, definiendo un espacio para enmarcar el Santuario.
El proyecto del Museo nace desde su relación con el territorio, de su trazo topográfico y la posibilidad de erigirse como mediador con el paisaje. Los espacios de recorrido exteriores se jerarquizan en su necesidad de enmarcar los templos prehispánicos. El edificio se adapta al territorio direccionando la mirada, reforzando la relación con las pre-existencias, haciendo museable el Santuario.
Los volúmenes se pliegan en un gesto telúrico, tensionados mediante los vacíos de los recorridos en rampa, asociados a las calles prehispánicas por donde los peregrinos se aproximaban a sus templos en espacios lineales que ordenaban el rumbo de las multitudes entre sus muros de gran escala.
Su masa, expresada en los muros de concreto caravista de encofrado en tablón rugoso, lo asocia a los muros de tierra prehispánicos. En un intento de construir la tipología de la sombra, el proyecto evita la composición de vanos y perforaciones: el proyecto define su forma desde el muro.
Se coloca en una actitud débil ante su entorno, la escala se manipula en complicidad con la topografía y los desniveles del terreno para evitar interrumpir en el lugar. Es solo al bajar a la plaza de encuentro donde el edificio se devela en su escala total. El proyecto manifiesta un profundo respeto por el territorio sacralizado en donde se inserta y se manifiesta, a su vez, como una capa de estratificación más en el largo proceso de transformación del Santuario.