BAQ 2014 |
CATEGORÍA DISEÑO ARQUITECTÓNICO |
PARAGUAY |
JULIO DIARTE, JUAN CRISTALDO, LORENA SILVERO |
Esta obra de trata de un pequeño pabellón de oficinas construido en la Ciudad de Itaugua, a 35 km al este de Asunción, la obra de unos 200 m2 fue encargada por una empresa privada y servirá para ubicar oficinas de trabajo, una enfermería, servicios de aseo y un comedor. Se encuentra lindero a un galpón de depósito y hace de espalda al pabellón aprovechando uno de sus muros. El conjunto de edificios que integra la planta industrial se caracteriza por el desorden visual y constructivo por lo que la primera impresión fue diseñar formas lineales que ayuden a dar coherencia al conjunto.
Creemos que el edificio funciona. Funciona por que intentamos – mucho, algunas veces con éxito – que nada en él sea fortuito. Al contrario, todas las decisiones fueron condicionadas en grado extremo. No solo por que el presupuesto era ajustado sino porque el proyecto implicaba construir en una planta industrial con muchos edificios –algunos de muchos años- y donde funciona una fábrica de alimentos, sin interrumpir las operaciones. Cada vez que se abría una zanja para los cimientos encontrábamos cañerías, líneas de energía, y cosas por el estilo.
Entonces, la posición que tienen las cosas, implicó una negociación con todos esos estratos de preexistencia utilitaria. En nuestro país todo se usa hasta que se rompa, ¿se entiende? No hasta que se amortice. No existen condiciones que permitan tal lujo. Entonces el edificio nuevo, que es un pabellón de oficinas tuvo que negociar con todo esto, para conseguir líneas verticales que sean verticales y horizontales que sean horizontales. Suena fácil, pero no lo es.
Lo fantástico es que a pesar de todo esto, existe un momento mágico en el que estas cosas, que están tan profundamente condicionadas por la realidad que las cobija, se convirtieron en geometría, en formas. El muro calado de ladrillos cerámicos que proyectamos al norte es profundamente utilitario, pero llega un momento en que no es un parasol, es un ñanduti. Es una maquina de pintar el pasillo con sombras y luz. El voladizo, que es la visera, la galería y el canal de aguas de lluvia se convierten en una línea de horizonte. Las ventanas son más que eso y se vuelven marcos para mirar la luz filtrada. En ese momento, esas cosas que son tan humildes y condicionadas, trascienden. Se vuelven algo inespecífico. Algo que no pertenece solo a Itauguá, a nuestro calor, a las realidades de una fábrica.
Se vuelven geometría, y por virtud de esa transformación, crecen. Son más.
Ese momento, el momento en que uno ve eso, siente eso, entiende eso, emociona. Aquí están estas cosas, limitadas por tantas circunstancias, que consiguieron ser más que lo que eran. Y eso, claro, paga por todo. Por absolutamente todo.