BAQ2018 |
CATEGORÍA DISEÑO ARQUITECTÓNICO |
SELECCIONADO INTERNACIONAL BAQ2018 |
MEXICO |
JORGE AMBROSI, GABRIELA ETCHEGARAY |
Toca un árbol de noche. ¿Qué te ha dicho? Ahora, coloca una oreja sobre su tronco. ¿Qué escuchas? Después, haz lo mismo a la mañana, en época de lluvias, y en los meses consecuentes, durante la sequía. ¿Qué es lo distinto cada vez? ¿No es obvio que todo es cambio, que todos debemos transitar entre calor y frío, entre agua y sed, entre presencias y vacíos, entre vida y muerte?
De esos principios y oposiciones nació la arquitectura wabi-sabi del Vivero Guayacán. Una obra como expresión de la materia y el espacio mismo, donde la arquitectura, desarrollada por la oficina AMBROSI ETCHEGARAY, concibió un vivero que en su tránsito por el espacio y el tiempo se beneficiará de su deterioro o la asimilación del paisaje, naturaleza, principio de todas las cosas; y que con en el uso mínimo de materiales encontró la máxima expresión para presentar y cuidar del “Guaiacum Sanctum L. Zygophyllaceae”. Un árbol endémico, conocido comúnmente como “Guayacán”, incluido dentro de la lista de especies en riesgo de la SEMARNAT.
Con la finalidad de proteger a dicha especie, Casa Wabi, a través de una Unidad de Manejo Ambiental (UMA), decidió crear un vivero para el cuidado y reproducción del Guayacán. Un proyecto en el que, desde su inicio, sus autores comprendieron que el arquitecto sería solo un medio para las expresiones que la naturaleza ofrece y concibieron un novedoso vivero que invita al usuario y a los visitantes a adentrarse en el suelo y generar recorridos por debajo del nivel de la tierra, para relacionarse con mucha más cercanía a los árboles y percibir la temperatura, la humedad del ambiente, el fluir del viento y la relación entre la especie y el agua del subsuelo.
A través de una belleza imperfecta y elegante por su austeridad, el vivero inicia con una gran sombra que funciona como el umbral de acceso y a su vez, genera un espacio de estar para los trabajadores y los visitantes; donde el sol, el agua y el viento se hacen evidentes y nos invitan a observar al Guayacán en cercanía, a conocerlo o reconocerlo, en un ambiente que expresa profundidad, emociones, inteligencia y misticismo. Para después, caminar hacia los cultivos de los árboles que suceden en una secuencia de mesas de trabajo y que se formaron como resultado de la excavación del terreno. Mediante ese desnivel, donde la ética va desde del cuidado del medio ambiente hasta el respeto a quien lo trabaja, las personas encargadas de las plantas reducen significativamente el esfuerzo físico, durante la limpieza y cuidado de los nuevos árboles, al tener mesas de trabajo y no verse obligados a trabajar en el suelo.
El vivero Guayacán es indudablemente una obra de arquitectura contemporánea, que se compromete con una estética, el entorno, el paso del tiempo y el cuidado de nuestra tierra.